En 1891, la Madre Cabrini viajó con 28 hermanas misioneras desde Italia a Nueva York. La mayor parte del grupo se dirigía a Nicaragua, donde la Madre Cabrini había sido invitada a fundar una escuela para niñas en Granada. Una vez en EE.UU. embarcaron en el vapor New York y tras una agitada travesía entraron en el golfo de Corinto.

El New York fue recibido por una banda, el obispo y el presidente de la república. A continuación, un tren trasladó a la Madre Cabrini y a las Hermanas Misioneras a Granada. Toda la ciudad se volcó con una entusiasta bienvenida. La multitud era tan numerosa que la Madre Cabrini escribió "por un momento me invadió el temor de ser sofocada".

Afortunadamente, se dispuso un destacamento de soldados para protegerlas. Formándose en dos filas, los soldados crearon un pasadizo para que las Hermanas Misioneras pudieran dirigirse a la iglesia parroquial. Allí se cantó un Te Deum en agradecimiento porque habían llegado sanas y salvas.

La Madre Cabrini funda la escuela

La norma habitual de la Madre Cabrini al fundar una nueva misión era poner las cosas en orden y luego confiar a las Hermanas Misioneras la realización de los detalles cotidianos. Los retos o preocupaciones se comunicaban cada dos semanas por carta.

Pero poner en marcha la escuela de Granada fue todo un desafio. Aparte del calor implacable, los frecuentes terremotos y los infinitos sapos (que no eran la criatura favorita de la Madre Cabrini), varias Hermanas Misioneras contrajeron la fiebre tifoidea. Algunas murieron. La Madre Cabrini cuidó personalmente de cada una de ellas.

Finalmente, el 3 de diciembre, la escuela estaba lista y consagrada a la Inmaculada Concepción.

Cuando la Madre Cabrini partió de Nicaragua tres meses después nadie podía prever que no volvería a pisar el país.

Prosperar a través de la(s) revolución(es)

Durante los tres años siguientes, Nicaragua vivió tres revoluciones. El colegio La Inmaculada prosperó a pesar del caos. Sin embargo, en 1895 empezaron a circular rumores de que los sacerdotes y religiosos católicos iban a ser expulsados. Preocupada, la Superiora local de las Hermanas Misioneras fue a ver al presidente en persona para averiguar si era cierto.

El presidente José Santos Zelaya le aseguró que "nos quería mucho y estimaba mucho el trabajo que dirigíamos". Como prueba, a la semana siguiente envió una caja de libros a la escuela, junto con una nota manuscrita de agradecimiento. Todo parecía ir bien.

Una traición a la confianza

Sin embargo, poco después Santos Zelaya se dejó convencer para lanzar lo que la Madre Cabrini describió como "la más feroz crueldad contra todo lo que supiera a religión". Apenas un mes después de que el presidente garantizara a las Hermanas su seguridad, se oyó un fuerte golpe en la puerta de la escuela. El prefecto de la ciudad y el gobernador se plantaron fuera y ordenaron a las Hermanas Misioneras que se reunieran. Entonces llegó el anuncio: las Hermanas iban a ser expulsadas inmediatamente del país. Tenían dos horas para marcharse. Los guardias esperaban para acompañarlas al puerto, con órdenes de utilizar la fuerza si era necesario.

Caos y calma

"Gritos, llantos, peticiones y reyertas llenaban el aire en el convento y fuera de él", escribió la Madre Cabrini, transmitiendo la noticia de cómo reaccionaron los estudiantes, "Era una escena verdaderamente desoladora". Mientras los niños se lamentaban, las Hermanas empaquetaban serenamente la poca ropa que necesitaban. "Intentaron calmar a los alumnos y a sus padres", continuó la Madre Cabrini, "explicándoles que era necesario aceptar esta prueba de manos de Dios, que siempre sabe sacar el bien del mal. Con el tiempo, volverían de nuevo entre ellos".

La belleza de la cruz

De nuevo se reunió una multitud, esta vez para llorar al despedir a las Hermanas Misioneras. Lo que sucedió a continuación lo relata mejor que nadie la Madre Saverio de María, MSC, biógrafa de la Madre Cabrini.

Entre las dos filas de soldados, las hermanas, con un aspecto extremadamente pálido pero sin lágrimas, pasaron una a una, cada una llevando un pequeño paquete. La hermana que marchaba la última en la fila sostenía un crucifijo. Una de las alumnas que estaba cerca no pudo contener más sus sentimientos y, acercándose corriendo hacia las hermanas, dijo: "¡Madre! Se van tan tranquilas y parecen tan resignadas, ¡y nosotras nos quedamos atrás, desconsoladas y llorando!".

La hermana, mostrando el crucifijo que llevaba en la mano lo señaló y respondió mientras sonreía serenamente: "¿Por qué habríamos de llorar? Vinimos con el crucifijo y nos vamos con él".

La conversión de Don José

Entre los curiosos de aquel día se encontraba don José Pasos, un caballero con fama de ardiente anticatólico. Había llegado para sonreír con satisfacción, no por compasión. Pero al oír la sencilla respuesta de la hermana con el crucifijo se sintió tocado por la gracia.

Después de que las Hermanas Misioneras se hubieron marchado, Don José regresó a su casa. Se encerró en su estudio y pasó el resto del día y toda la noche destruyendo papeles. A la mañana siguiente fue donde el Obispo de León y se reconcilió con Dios. "Una religión que puede inspirar a las jóvenes hermanas tanta serenidad, resignación y paz en un momento de tanta prueba y dolor debe ser una religión verdadera y bendita", dijo. Don José Pasos permaneció fiel a la fe hasta el final de sus días.

Santa Francisca Cabrini, ruega para que aprendamos a amar mejor a Jesús y podamos afrontar nuestras pruebas y penas con serenidad y paz.

La labor de las Hermanas Cabrini en Nicaragua en la actualidad

Las hijas de la Madre Cabrini regresaron a Nicaragua casi un siglo después. Hoy las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús dirigen dos escuelas en Managua.

Gracias al personal del Santuario de Santa Francisca de Nueva York por este contenido.

Comentarios

  1. 1
    Maribel el 30 de marzo de 2024

    El instituto Inmaculada de Diriamba , carazo, Nicaragua , fundado por madre Cabrini en 1924. Está actualmente cerrado.

  2. 2
    Gil el 24 de abril de 2024

    Cabe destacar que las hermanas llegaron y fueron apoyadas por los esfuerzos de Doña Elena Arellano, laica y figura de gran celo apostólico que ha gozado fama de santidad por sus buenas obras.

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