El domingo pasado, Pecetto vivió un acontecimiento digno de figurar en los anales de la historia de la ciudad. En la iglesia de la Santísima Trinidad se celebró con la debida solemnidad la memoria de Santa Francisca Javier Cabrini, en cuyo honor se bautizó la calle que da al artístico edificio sagrado, joya del barroco piamontés.

Asistieron autoridades locales con representantes de las Asociaciones y de la OFTAL diocesana y una comunidad que ocupó todos los asientos disponibles en la iglesia, desde el atrio hasta el ábside, desde los más jóvenes hasta los más ancianos, la celebración de la Santa Misa adquirió el verdadero significado de una asamblea del pueblo de Dios reunida para cantar la gloria del Señor y de sus Santos.

Un ambiente festivo vivido en participación y con el corazón lleno de alegría, destacado también por las canciones interpretadas magistralmente por el coro parroquial "San Remigio".

En la homilía, el P. Luciano, inspirándose en las lecturas de la página evangélica, hizo hincapié en el tema de la acogida que se debe a Cristo en la figura de los hermanos, y a continuación esbozó, a partir de un vuelo de palomas blancas que poblaban el corral de la casa paterna aquel lejano 15 de julio de 1850, también con palabras apropiadas y conmovedoras, la vida y las virtudes de Santa Francisca Cabrini, misionera en América y Europa en tiempos difíciles, capaz de haber fundado de la nada escuelas, hospitales, orfanatos y hogares para emigrantes y a cuya figura se daría nombre a una calle del centro histórico. Fueron muchas las referencias con la actualidad que la Apóstol de los Emigrantes entregó a la historia de la humanidad con su ejemplo y testimonio.

Una vez concluida la Eucaristía, se leyeron los mensajes del Obispo Mons. Guido Gallese y del Cardenal Giuseppe Versaldi, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, y a continuación fue el turno del Alcalde Andrea Bortoloni, quien señaló la elección de dar a una calle el nombre de una figura santa femenina y explicó los diversos pasos que han llevado al acontecimiento de hoy.

Tras él, tomó la palabra el Dr. Paolo Orsini, concejal de la ciudad, quien con un discurso articulado, representó la elección que propuso a la Administración para que la ciudad pudiera ostentar en su toponimia, el nombre de Santa Francisca Javier Cabrini, destacando también el aspecto de su historia humana, en la que se refleja la realidad del mundo actual y las muchas afinidades que la "Hermana Perpetua Moción", como la llamaban sus hermanas, podría sugerir a las actuales cuestiones de la migración entre los pueblos.

La profesora Elsa Porta trajo los saludos de toda la comunidad de Pecettese, deseando a cada uno que apreciara la elección realizada.

Y aquí estamos en la ceremonia al aire libre en la que el alcalde y la prima de la santa, Lelia Cabrini, que se casó con un hombre de Pecettese, descubrieron la placa de dedicación y luego bendijeron al canto de la Salve Regina y entre los aplausos de los muchos presentes.

Ahora Pecetto añade también a Santa Francisca Javier Cabrini a sus Protectores celestiales y se dirige a ella para que vele por estos hermanos y hermanas suyos y les ayude a comprender plenamente el sentido de la misión a la que cada uno está llamado.

Luca Bortoloni

Madre Francisca Javier Cabrini:

¿Quién es el santo que dará nombre a una calle de Pecetto el domingo 30 de octubre?

Los acontecimientos históricos de Frances Xavier Cabrini, son conocidos por el registro de los hombres pero la aventura espiritual de esta extraordinaria "Mujer" está clara en la mente de Dios y en el corazón de los que la aman, habiendo obtenido de ella una luz que no se deja oscurecer por las sombras del ocaso.

Santa Cabrini fue protagonista y testigo de un momento particularmente difícil en la vida cotidiana de quienes buscaban una solución a sus penurias existenciales, sufrían hambre, miseria, soledad, indiferencia y se veían obligados aunque con enorme sacrificio a embarcarse hacia la aventura de las "Américas". Un desgarro para los que permanecían en los muelles de los puertos de embarque y sólo tenían que agitar un pañuelo deshilachado para saludar a los que, a bordo de las barcazas del mar o en la oscura bodega de un moderno transatlántico, bajo las suelas de elegantes personajes que presumían de su egoísta riqueza, zarpaban hacia un desconocido que en el imaginario común se identificaba con el sueño de una realidad que debería haber sido más serena, feliz, útil para conseguir algún dinero que enviar a la familia. Aquellas gentes sólo tenían la esperanza de un futuro habitable y poco les importaba si se gastaría sin más Dios, un afecto o una motivación personal.

Estas personas que abandonan las raíces de su tradición, sin más cobertura de ese humus fundado en la familia, necesitarían, aunque fuera lejos de casa, un amor prescindible a la espera de un rayo de luz capaz de calentar unos sentimientos ahora adormecidos por años de penurias soportadas con rabia en el corazón.

Aquellas gentes, al final del siglo del "Resurgimiento" encontraron en las "Américas" un Ángel consolador de las muchas laceraciones del alma. Un ángel sin alas que se movía transportado por la bondad, la misericordia, el amor. Una mujer que encarnaba la esbelta figura femenina, con la fuerza de "un hombre", como tantas veces se llamó a la Madre Francisca Xavier Cabrini, y que usaría esa fuerza, que ciertamente no era física, para levantar, aliviar, curar, acariciar a una humanidad que la necesitaba desesperadamente.

Cuántas dificultades tuvo que superar, todas intrínsecas al Evangelio o más bien que en el Evangelio encontraban solución. Cuántas traiciones; pero ¿no fue traicionado también aquel Corazón de Cristo, que se vio abandonado por aquel a quien había elegido como "Primero" entre todos los "Amigos" y por aquel que mojó en el mismo Su plato y lo vendió por unos denarios? Luego, de nuevo hacia adelante, hacia la escuela de esas heridas, de vez en cuando cicatrizadas, que se convertirían en el tejido con el que coser una red de alivio, de proyectos, de garantías.

Cuántos desengaños; pero ¿no lo hizo aquel Jesús que confiaba en los hombres y se veía negado por los muchos que se declaraban dispuestos a decir que le amaban primero? Y todavía adelante en la escuela y en la experiencia de ese verse de espaldas, que en vez de desmoralizarla formaría el perímetro de esa fortaleza del alma desde la que lanzar no piedras sino gotas de amor.

Tanta tristeza en los asuntos humanos; pero ¿no había relanzado Cristo mismo que toda tristeza se completa en la alegría que viene del Padre? Siempre adelante entonces, pero con una sonrisa en los labios que cautivaría con la Palabra de Vida, a tantas jóvenes para seguir Su ejemplo y convertirse en un ejército de socorro como un "hospital" de campaña siempre listo, siempre abierto, siempre disponible con los brazos abiertos para vendar las heridas del cuerpo y sobre todo las del alma.

¿Cuántas veces habrá hojeado la Madre Cabrini el calendario de Su Caridad para encontrar una página sin compromisos? Creo que si lo hizo, fue en vano, porque en el calendario de Dios no hay fiestas marcadas en rojo, ni pausas, ni momentos de descanso. En esas páginas, para cada día se repite siempre la misma palabra: Caridad, siempre escrita con mayúscula y siempre asociada a esas características que la primera entre las Virtudes, debe tener: bondad, cariño, solidaridad, sacrificio, rescate, alegría, entusiasmo, deseo de lo infinito, siempre despierta y con un cesto de pan terrenal para convertirlo en un alimento que no defrauda. Cuántos zapatos gastados en su vida de "Mujer de Dios", con los pies siempre dispuestos a mover ese cuerpo que velaba a cada instante sin descansar jamás y que llevaba en sí los valores de la piedad hacia los demás, pero no como signo de lástima, sino como indicación de un amor sin límites.

Me gusta a este respecto citar una frase de la Santa que me ha hecho reflexionar por su sencillez y por la grandeza del significado que encierra: "La confianza en Jesús es nuestra vida; y por eso debemos esperar en Él y en la bondad de su Corazón contra todas nuestras esperanzas. Parecerá que Él duerme muchas veces sobre los males que sufrimos, pero no, Él está despierto, y vela por nosotros."

Hoy Pecetto le dedica una calle, una calle que, partiendo de una iglesia de ladrillo, sube hacia la colina pero en espíritu lleva hacia arriba, hacia esos espacios que la providencia de Santa Cabrini y la Mano del Señor unen en un horizonte estupendo: el de la Eternidad.

Luciano Orsini - Delegado Episcopal para el Patrimonio Cultural.

Cardenal Giuseppe Versaldi

Felicito a la Administración Municipal, al Alcalde Andrea Bortoloni y al Concejal Dr. Paolo Orsini que propusieron la iniciativa, quienes interpretando el sentimiento bueno y trabajador de la gente de Pecetto, pretenden dar a una calle del municipio el nombre de Santa Francisca Javier Cabrini, misionera en América para ayudar a los emigrantes italianos y por la que trabajó para su inclusión digna en la comunidad local fomentando hospitales, centros de acogida y también las numerosas escuelas católicas. 

Un testimonio todavía valioso en nuestros días, cuando el problema de las migraciones es actual, creciente y problemático. El espíritu cristiano que animaba al Santo, incluso en medio de mil dificultades, era el de la Caridad evangélica que hace de todos hermanos, para construir una sociedad justa y solidaria a la luz de la indispensable colaboración entre los pueblos.

Son valores que deberían animar también la acción política y social, independientemente de las creencias religiosas. Por tanto, bendigo de buen grado esta iniciativa para que incluso públicamente la memoria de la Santa anime a toda la querida y estimada población de Pecetto a imitar el ejemplo de Santa Cabrini para que podamos vivir como una comunidad pacífica y laboriosa.

+ Tarjeta Joseph. Versaldi

El obispo de Alejandría

Mientras, entre las muchas preocupaciones del mundo, sentimos la necesidad de dejar nuestra huella en el planeta, ya no reparamos en la huella dejada por los Santos que antes que nosotros pisaron nuestra misma tierra y se encontraron con el mismo polvo que ahora ensucia nuestros zapatos, pero del que supieron redimirse, invitándonos a imitarles. Caminamos empeñados en mirar hacia abajo y nos hemos olvidado de levantar los ojos al cielo. Ya nada nos asombra porque nuestra mente se deja arrastrar por el torbellino del tiempo que pasa deprisa.

Ya no sabemos reflejarnos en los santos y ver en ellos el reflejo de Dios. Santa Francisca Javier Cabrini fue una mujer capaz de transformarse bajo el impulso impreso en ella por la mano del Señor; venció al polvo del mundo, a las infidelidades de los hombres, a las debilidades dictadas por el respeto humano.

Con Ella y en Ella, el Padre renovó su promesa de mirarnos cara a cara, de hablarnos de corazón a corazón, de hacernos comprender que ya no tenemos miedo de abrirnos a los demás, a los lejanos, a los desconocidos, a los pobres, a los marginados, sino de prestarle nuestra voz para gritar palabras de amor que nos inviten a caminar juntos.

Santa Francisca Javier cruzó fronteras imposibles, desiertos insuperables, fronteras cerradas a la Caridad y venció, sí, venció porque actuaba en ella el Espíritu de Dios. El mismo capaz de cargar montañas y salvar valles abisales. Venció con su amor, el Amor que no conoce fronteras.

Por eso agradezco a la Comunidad de Pecetto que, junto con la Administración Municipal, haya decidido hacer memoria viva del nombre de Santa Francisca Javier Cabrini dedicándole una importante calle.

+ Guido Gallese

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